22 jun 2012

La caja de los deseos


Me puse de pie, logrando observar desde otra perspectiva aquel desorden que cubría el suelo de aquella pequeña pero luminosa habitación. Cinco cajones consecutivos repletos de tratos sucios y viejos fueron los culpables de que perdiera tres valiosas horas de mi tiempo personal pero, al parecer, mi destino no era aburrirme.
Aquella tarde mi destino me implicó en un sentimiento poco común en mi, “nostalgia”. No era propio que mi orgullo me permitiera bajar la cabeza y experimentar aquello que una pequeña caja repleta de fotos de las pequeñas escapadas que, como suspiros, habían pasado ante mí durante todos los años de mi vida. El Time Square adornado con luminosos carteles de musicales, El Big Ben mostrando su antiguo e imponente reloj marcando las doce en punto, puestos de tablas de surf californianos, los lujosos coches de Los Ángeles, y la noche parisina mostrando el porque es llamada “la ciudad de la luz”. La Torre Eiffel iluminada por más de mil bombillas permitían ver los alrededores de esta; un carrito de bebe, una pareja de ancianos, y una camisa blanca acompasada de unos ojos verdes grisáceos, que escondían un te quiero en cada diminuta vena que recorrían su retina, eran las características más destacadas de él  que durante estos dos años e habían acompañado en todo momento.